LENGUA Y LITERATURA
UNIDAD EDUCATIVA TABACUNDO
NOMBRE: PUJOTA CASTRO STEFANY DIANA
CUSO: PRIMERO BGU "E"
Otras
características de estas novelas son: la estructura narrativa desorganizada, la
ruptura de la línea argumental, la narración no es lineal por lo que se
requiere un gran esfuerzo por parte del lector para restablecer el hilo
temporal, se utilizan técnicas de contrapunto, se combinan diferentes
personas narrativas y distintos puntos de vista y es muy frecuente el uso del
monólogo interior.
Exponentes
de novelas indigenistas
contenido y temática indígena. En
América del Sur, sobre todo en Bolivia, Perú y Ecuador, se han cultivado esta
novela que lleva como personaje central a una colectividad. Los mejores exponentes
de ésta son:
* ALCIDES ARGUEDAS: (Bolivia), con "Raza de
Bronce".
* JORGE ICAZA: (Ecuatoriano), con "Huasipungo".
* CIRO ALEGRIA: (Peruano), con "El Mundo es ancho y ajeno"
* ERMILO ABREU
GOMEZ: (Mexicano), con "Canek"
* ROSARIO CASTELLANOS: (Mexicana), con "Balun Canan"
Otros escritores que han tomado el tema indígena en sus obras son: José
Revueltas (México), Mauricio Magdaleno (México), Miguel Angel Asturias
(Guatemala) e innumerables autores más.
OBRA GUASIPUNGO (JORGE ICAZA)
La historia comienza con el dueño de un rancho ecuatoriano
característico de la época. Su nombre es Alfonso Pereira y está a punto de ser
abuelo. La hacienda, llamada Cuchitambo, está gestionada en modo huasipungo,
con indígenas que viven y trabajan en ella. Con motivo del próximo
alumbramiento de su nieto, escoge a Cunshi como nana para el recién nacido. Su
marido, Andrés Chiliquinga, es el indio protagonista de la narración.
Al no encontrar a su esposa, piensa que ha decidido abandonarlo y
decide irse a trabajar al monte, donde pierde una pierna. Como consecuencia de
ello, vemos que empieza a producirse un fuerte enfrentamiento entre el patrón y
el indio, el cual se agrava cuando don Alfonso Pereira se interesa por la
cuidadora de su nieto y decide cortejarla.
En paralelo, la mayor parte de los indios son enviados a trabajar en
la construcción de una carretera, donde soportan interminables jornadas
laborales y el trato inhumano y despótico del capataz. No pocos de ellos deben
arriesgar sus vidas para realizar sus tareas (incluso algunos mueren). El
malestar aumenta en la medida en que son conscientes de que solo el juez, el
cura del pueblo y un inversor extranjero van a salir beneficiados de la obra
viaria.
La crecida del río como consecuencia de las lluvias provoca un cambio
drástico en la situación: la zona en la que estaban construyendo queda
inundada, pero también las huertas y las viviendas de los indios. La desolación
es absoluta y el hambre se convierte en un azote para todos.
Si continuamos la lectura de Huasipungo, comprobaremos cómo las
desgracias siguen cebándose con el indio Chiliquinga. Su esposa ha muerto y no
será enterrada en el cementerio de la iglesia sin realizar un prohibitivo
desembolso al sacerdote. Finalmente, decide robar una res para poder darle la
sepultura que desea; sin embargo, es descubierto y apaleado.
Cuando la situación se vuelve insostenible, el odio, el rencor y toda
la violencia acumulada se desatan. Chiliquinga congrega al resto de los indios
para asaltar la hacienda. Allí ya no queda nadie: los amos han huido a Quito.
Las autoridades se enfrentan a los indios rebeldes, de los que unos
pocos terminan refugiados en una choza. Cuando el techo comienza a arder, todos
saben que solo les espera la muerte. En un acto heroico final, pleno de casta,
orgullo y desprecio a sus enemigos, el protagonista sale de su escondite con su
hijo entre brazos gritando «¡Ñucanchic huasipungo!». Son recibidos a balazos.
Su frase sigue flotando en el ambiente tras las ejecuciones. La novela nos
cuenta que, cuando sopla el viento helado entre los páramos americanos, todavía
hoy se escucha ese mismo grito: «¡Ñucanchic huasipungo!».
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